88. Turismo experiencial
Turistas
de última generación
Primero fue el ‘sol y playa’, luego llegó el turismo cultural. El nuevo viajero aprovecha para ser ‘dj’ en Ibiza o aprender a hacer cruasanes en París
“Cada vez que tomo un café en una de las tazas que yo misma
hice durante mis vacaciones, me acuerdo de Barcelona. Es más que un
souvenir”. Susanna Girolamo vive en las Bahamas y viajó
una semana a España para aprender nuevas técnicas de su gran
afición, la cerámica. Pertenece a ese grupo creciente de turistas
—inquietos y activos— que buscan experiencias enriquecedoras en
sus viajes. Y además, quieren sentirse parte de la vida cotidiana,
las costumbres y la cultura de un lugar a través del contacto con
la gente local. Dos tendencias en una misma dirección, la búsqueda
de lo auténtico.
El llamado turismo creativo existe desde hace años. En 2004 la Unesco ya creó una red de ciudades creativas cuyos miembros definieron este fenómeno como la tercera generación turística, después del sol y playa y del turismo cultural centrado en museos y rutas monumentales. La esencia de esta nueva manera de viajar es la inmersión en la cultura viva del lugar que se visita. Siempre estuvo al alcance de los viajeros más sofisticados, pero hasta hace poco la oferta disponible era demasiado escasa como para permitir que se popularizase.
Las propuestas disponibles hoy en día se adaptan prácticamente a cualquier presupuesto viajero y son de lo más variadas. Aprender a elaborar cruasanes con expertos panaderos en París, introducirse en los secretos de la cocina tailandesa o hacer un curso de artes marciales en Bangkok, perfeccionar la mirada fotográfica de la mano de un profesional en Londres o aprender a pintar con acuarela al norte de Austria son algunas de las ideas con que se encuentra quien opta por esta modalidad vacacional. Sin salir de España, las opciones también son cada vez más numerosas.
Una casa rural de la Ribeira Sacra orensana propone, por ejemplo, aprender el oficio de la cestería y en Ibiza uno puede convertirse en dj. En blogs se relatan experiencias de convivencia con las comunidades indígenas del lago de Titicaca, en Perú, o de aprendizaje de tango en Buenos Aires.
Según Greg Richards, profesor de la Universidad de Tilburg, en Holanda, que lleva años estudiando el turismo creativo, “la demanda creciente de este tipo de experiencias está vinculada a la necesidad del consumidor de definir su propia identidad a través de lo que consume, con el deseo de expresarse y de conectar con otros, aunque estén lejos. Las vacaciones ya no son un mero paréntesis para el descanso, se han convertido en espacios para el aprendizaje y el desarrollo personal”, dice.
Entre los movimientos surgidos en torno a esta modalidad viajera surgen reclamos como ‘meet the locals’ (conoce a los residentes locales) o ‘like a local’ (como un vecino) y, como no podía ser de otro modo, Internet y las redes sociales son los lugares idóneos para informarse. La oferta de planes se multiplica día a día, con alternativas que van desde una visita de unas pocas horas hasta viajes de varias semanas. Para no perderse en el maremágnum online, existen plataformas en la Red que conectan a los viajeros con quienes ofrecen propuestas concretas. En esta iniciativa participan entidades de promoción turística de destinos tan dispares como París, Barcelona, Biot (en la Provenza francesa), Le Louvre-Lens (al norte de Francia), Austria, Ibiza, Tailandia, Galicia o Guatemala.
Hay oficinas de turismo que reúnen toda la información práctica en el web, donde se multiplican los cursos de arreglos florales o de creación de perfumes. Otras veces son las propias empresas o particulares los que se afanan por promocionar sus propuestas. Ponle Cara al Turismo, por ejemplo, organiza excursiones de un día por Galicia con guías que acercan al viajero a la cultura local visitando fábricas de conservas o pastelerías. Y Studia in Italia recopila desde cursos de dos semanas para pintar al fresco en Florencia hasta una semana para aprender cerámica en Taormina. Son solo dos ejemplos, y hay miles.
Francis Blasco, profesora de comportamiento del consumidor turístico de la Universidad Complutense de Madrid, explica que el fenómeno florece ahora con la unión de tres factores: la creciente cultura turística de los viajeros, un sector cada vez más profesionalizado, y la falta de recursos debido a la crisis. “Quien se puede permitir un viaje, elige ahora mejor. El número de días se reduce, y no queremos perder el tiempo. Buscamos una mayor profundización cultural y experiencias únicas, que nos enriquezcan personalmente”, dice.
Hay quienes quieren empaparse de la cultura local pero sin necesidad de tener que hacer un curso, simplemente pasando un rato con alguien de la zona que esté dispuesto a mostrarle la ciudad, contarle sus costumbres, tomar una copa o dormir en su sofá. Para este tipo de viajero también hay oferta, de la mano de quienes han decidido actualizar la ancestral costumbre de hacer de cicerone para nuestros amigos, o los amigos de nuestros amigos.
Gloria Molins tomó esta idea como base para crear una plataforma online donde recoge propuestas de actividades en España, desde cenar con unos barceloneses a surfear un día en Lanzarote con un aficionado local a este deporte. “Las personas que conoces en un lugar y las experiencias que vives con ellas es lo que más se recuerda de un viaje”, señala Molins. De ahí que proliferen las páginas webs con propuestas de este tipo, a lo largo y ancho del planeta: donde encontramos desde rutas para comer los mejores tacos en Los Ángeles hasta una tarde de compras en el Gran Bazar de Estambul.
Aunque ahora se haya convertido en tendencia, el turismo experiencial tiene raíces profundas. Ahí están los destinos de agroturismo de Navarra, donde se puede pasar un fin de semana aprendiendo las labores del campo mientras se descansa. También están las casas rurales que ofrecen actividades y cursos relacionados con la gastronomía, el enoturismo o la artesanía.
Las agencias de viajes más tradicionales están empezando a hacerse eco de la creciente demanda de este tipo de experiencias. Sin embargo, por ahora la oferta en este terreno sigue circunscrita sobre todo a las de alta gama.
El turismo creativo tiene aún mucho camino por delante. Representa, además, una alternativa interesante para el turismo urbano, como alternativa a esas ciudades convertidas en parques temáticos y a las colas interminables para lograr echar un vistazo rápido a la Mona Lisa. Nuestra visión sobre qué es auténtico ha cambiado desde que la cultura sale cada vez más de los museos y ocupa las calles. Consideramos auténticas las relaciones, los encuentros con amigos y el contexto en que se dan. Las relaciones humanas no son un recurso limitado como lo puede ser la Sagrada Familia, aunque, obviamente, también hay un límite: no todo el mundo quiere tener a un viajero durmiendo en su sofá o cenando en su casa.
El llamado turismo creativo existe desde hace años. En 2004 la Unesco ya creó una red de ciudades creativas cuyos miembros definieron este fenómeno como la tercera generación turística, después del sol y playa y del turismo cultural centrado en museos y rutas monumentales. La esencia de esta nueva manera de viajar es la inmersión en la cultura viva del lugar que se visita. Siempre estuvo al alcance de los viajeros más sofisticados, pero hasta hace poco la oferta disponible era demasiado escasa como para permitir que se popularizase.
Las propuestas disponibles hoy en día se adaptan prácticamente a cualquier presupuesto viajero y son de lo más variadas. Aprender a elaborar cruasanes con expertos panaderos en París, introducirse en los secretos de la cocina tailandesa o hacer un curso de artes marciales en Bangkok, perfeccionar la mirada fotográfica de la mano de un profesional en Londres o aprender a pintar con acuarela al norte de Austria son algunas de las ideas con que se encuentra quien opta por esta modalidad vacacional. Sin salir de España, las opciones también son cada vez más numerosas.
Una casa rural de la Ribeira Sacra orensana propone, por ejemplo, aprender el oficio de la cestería y en Ibiza uno puede convertirse en dj. En blogs se relatan experiencias de convivencia con las comunidades indígenas del lago de Titicaca, en Perú, o de aprendizaje de tango en Buenos Aires.
Según Greg Richards, profesor de la Universidad de Tilburg, en Holanda, que lleva años estudiando el turismo creativo, “la demanda creciente de este tipo de experiencias está vinculada a la necesidad del consumidor de definir su propia identidad a través de lo que consume, con el deseo de expresarse y de conectar con otros, aunque estén lejos. Las vacaciones ya no son un mero paréntesis para el descanso, se han convertido en espacios para el aprendizaje y el desarrollo personal”, dice.
Entre los movimientos surgidos en torno a esta modalidad viajera surgen reclamos como ‘meet the locals’ (conoce a los residentes locales) o ‘like a local’ (como un vecino) y, como no podía ser de otro modo, Internet y las redes sociales son los lugares idóneos para informarse. La oferta de planes se multiplica día a día, con alternativas que van desde una visita de unas pocas horas hasta viajes de varias semanas. Para no perderse en el maremágnum online, existen plataformas en la Red que conectan a los viajeros con quienes ofrecen propuestas concretas. En esta iniciativa participan entidades de promoción turística de destinos tan dispares como París, Barcelona, Biot (en la Provenza francesa), Le Louvre-Lens (al norte de Francia), Austria, Ibiza, Tailandia, Galicia o Guatemala.
Hay oficinas de turismo que reúnen toda la información práctica en el web, donde se multiplican los cursos de arreglos florales o de creación de perfumes. Otras veces son las propias empresas o particulares los que se afanan por promocionar sus propuestas. Ponle Cara al Turismo, por ejemplo, organiza excursiones de un día por Galicia con guías que acercan al viajero a la cultura local visitando fábricas de conservas o pastelerías. Y Studia in Italia recopila desde cursos de dos semanas para pintar al fresco en Florencia hasta una semana para aprender cerámica en Taormina. Son solo dos ejemplos, y hay miles.
Francis Blasco, profesora de comportamiento del consumidor turístico de la Universidad Complutense de Madrid, explica que el fenómeno florece ahora con la unión de tres factores: la creciente cultura turística de los viajeros, un sector cada vez más profesionalizado, y la falta de recursos debido a la crisis. “Quien se puede permitir un viaje, elige ahora mejor. El número de días se reduce, y no queremos perder el tiempo. Buscamos una mayor profundización cultural y experiencias únicas, que nos enriquezcan personalmente”, dice.
Hay quienes quieren empaparse de la cultura local pero sin necesidad de tener que hacer un curso, simplemente pasando un rato con alguien de la zona que esté dispuesto a mostrarle la ciudad, contarle sus costumbres, tomar una copa o dormir en su sofá. Para este tipo de viajero también hay oferta, de la mano de quienes han decidido actualizar la ancestral costumbre de hacer de cicerone para nuestros amigos, o los amigos de nuestros amigos.
Gloria Molins tomó esta idea como base para crear una plataforma online donde recoge propuestas de actividades en España, desde cenar con unos barceloneses a surfear un día en Lanzarote con un aficionado local a este deporte. “Las personas que conoces en un lugar y las experiencias que vives con ellas es lo que más se recuerda de un viaje”, señala Molins. De ahí que proliferen las páginas webs con propuestas de este tipo, a lo largo y ancho del planeta: donde encontramos desde rutas para comer los mejores tacos en Los Ángeles hasta una tarde de compras en el Gran Bazar de Estambul.
Aunque ahora se haya convertido en tendencia, el turismo experiencial tiene raíces profundas. Ahí están los destinos de agroturismo de Navarra, donde se puede pasar un fin de semana aprendiendo las labores del campo mientras se descansa. También están las casas rurales que ofrecen actividades y cursos relacionados con la gastronomía, el enoturismo o la artesanía.
Las agencias de viajes más tradicionales están empezando a hacerse eco de la creciente demanda de este tipo de experiencias. Sin embargo, por ahora la oferta en este terreno sigue circunscrita sobre todo a las de alta gama.
El turismo creativo tiene aún mucho camino por delante. Representa, además, una alternativa interesante para el turismo urbano, como alternativa a esas ciudades convertidas en parques temáticos y a las colas interminables para lograr echar un vistazo rápido a la Mona Lisa. Nuestra visión sobre qué es auténtico ha cambiado desde que la cultura sale cada vez más de los museos y ocupa las calles. Consideramos auténticas las relaciones, los encuentros con amigos y el contexto en que se dan. Las relaciones humanas no son un recurso limitado como lo puede ser la Sagrada Familia, aunque, obviamente, también hay un límite: no todo el mundo quiere tener a un viajero durmiendo en su sofá o cenando en su casa.
(Artículo
adaptado
de El Viajero – El País, 7
de mayo de 2013)
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